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lunes, 13 de junio de 2016
JARDÍN SIN ALMA
Hoy un un huracán me ha despertado. Por la fuerza del viento las ventanas y las puertas se abren y cierran.
En el exterior la calle veo desierta, me dirijo hacia mi viejo jardín,
el viento me frena no me deja caminar.
En el interior no puedo creer aquello que yo no veo, la mente me queda en blanco.
En el jardín solo veo una brizna de Albahaca y una rama de pita, sobre el suelo profundas marcas de aquellos árboles centenarios
que han sido desplazados por la fuerza del viento .
En el centro del jardín ahí donde hay un cráter subterráneo lo
absorbe todo y desaparece.
Al llegar a la plaza hablo con Valentín, mi viejo zorro labrador
centenario, el está rodeado de hombres y mujeres, todos hacen
comentarios de que la tierra ha cedido, se ha perforado, nadie lo
entiende, qué hay de bajo de nosotros.
Unos dicen que ha sido un huracán otros una maldición.
Nos ha destrozado todo aquello que estaba en pie, sólo
ha quedado el viejo olmo de la plaza del que nadie sabe
su edad. Olmo que nos cobija de los rayos del Sol a través
de sus verdes hojas y su frondoso ramaje en los largos días
del verano, donde nos sentamos bajo la sombra del Sol abrasador.
La fuerza del huracán nos ha derribado la espadaña de la torre
del campanario, ella ha caído sobre el barrio de la antigua judería
llena de recovecos. Rodeada por la inmensa muralla de adobe de
incalculable interés, patrimonio cultural.
Andrés Ramón Gil
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