lunes, 7 de marzo de 2016



De los cinco sentidos: EL OLFATO
(Relatos cortos)
Tres borradores sobre el mismo tema

I

   Deambuló semiinconsciente, esquelético, vacilante y torpe por la ciudad desierta. Extenuado, se derrumbó sobre un banco de piedra con la cara desencajada y la mirada perdida. Tras un estremecimiento dobló la cabeza sobre el pecho, se inclinó lentamente sobre un costado y los brazos se le descolgaron flácidos, oscilantes como péndulos.
   La muerte se había instalado en el último ser humano vivo sobre la tierra.
   Todo había ocurrido de un  modo harto extraño. El hombre, como especie, había perdido su sentido del olfato y con ello,  atrofiadas las glándulas salivares, el gusto; convirtiendo la ingesta de alimentos en un verdadero suplicio
   He aquí -y esto solo lo sé yo que soy un ángel- cómo La Naturaleza se ha defendido de su gran depredador, de su asesino.
   Ahora, la que fuera nuestra madre, liberada del matricidio que estaba padeciendo, ha concedido a minerales, vegetales y animales los aromas que en el principio de los tiempos deleitaron a Adán y Eva en el Paraíso Terrenal.



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II

   Como respuesta a unas explosiones atómicas provocadas en el subsuelo del desierto de Arizona, la raza humana dejó de percibir los olores primero y los sabores después.
   Incapaces de comer, murieron por inanición y el planeta quedó despoblado de seres inteligentes durante unos cientos de miles de años, hasta que nuevos individuos bípedos y de cerebro desarrollado conquistaron valles, desiertos y montañas, iniciando otra vez el proceso destructivo y su propia destrucción.
  Y así será eternamente hasta la consumación de los siglos

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III


   Debido a una lluvia de aerolitos, el planeta Tierra quedó arrasado. No sobrevivieron ni plantas ni animales, solo un pequeño grupo de ocho hombres y cuatro mujeres que se habían  refugiado en un complejo antiatómico subterráneo. Permanecieron diez largos años sin salir a la superficie. Cuando al fin se arriesgaron descubrieron contentos que la tierra estaba poblada de plantas de bellos colores que no existían antes, pero que se ofrecían a su necesidad de alimento. Murieron después de la primera ingesta. Su falta de olfato no les permitió detectar que todas las frutas, todos los hongos, todas las hierbas, eran venenosas
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