lunes, 7 de marzo de 2016

¿Figuras literarias?


Figuras literarias dentro de una narración.
Tumbado en la cama, sobre un colchón de muelles que chirría al más leve movimiento -ñeeec, ñeeec- (Onomatopeya), observa meditabundo el gris cemento (Epíteto) del techo, al que ni siquiera se han molestado en dar una capa de pintura.

Ha merecido la pena, se dice, aunque sus planes no han salido de la manera prevista en un principio, al final ha ganado más de lo que ha perdido. Ahora es un maldito héroe para algunos, un puto psicópata para otros, tal vez tenga parte de los dos. Lo que está claro es que no ha dejado indiferente a nadie. A él eso le importa bien poco, porque todo es relativo, él también es relativo.
La prensa opina que se le fue de las manos, para nada, no pueden estar más equivocados, todo estaba planeado, hasta el más nimio e insignificante detalle. Que su vecina formara parte del cuerpo de la guardia civil, no había sido una mera coincidencia. Al igual que no había sido aleatoria la elección del hombre al que había atormentado. Podía haber sido otro cualquiera, pero no, tenía y debía ser él. Para muchos, un pobre diablo desgraciado marcado por el pecado, por estar en el lugar equivocado en el momento equivocado.

Otra vez se equivocaban, no buscaba justicia, no buscaba venganza, solo buscaba dolor, alivio, lágrimas, descanso, liberación (Antítesis).
Creen que su intención era matarlo, pero eso nunca estuvo entre sus planes, él no es un vulgar asesino, es un realista. Un realista que trabaja con el cuerpo, con la mente, con el sufrimiento. Un realista que pretende dejar una huella constructiva en la inmensidad del universo. Un universo poblado por humanos, humanos que perdieron la razón hace mucho tiempo (Anáfora). La muerte era algo que aquel hombre no se merecía, porque la muerte es una liberación. ¿Hay algo peor que la muerte? Por supuesto que lo hay: ¡el dolor!

Sin embargo, no planeaba enamorarse. Si es que puede llamarse amor a eso que siente. No está seguro. Quizá ese sentimiento sea la prueba de que no es un psicópata, ¿o sí?
Unos pasos que se acercan por el pasillo le devuelven a la realidad, al presente, al aquí y ahora. Se yergue y hecha los hombros hacia atrás, sacando pecho. Le anuncian en un tono despectivo que “su guardia civil” ha venido a verle.

Pevima.



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