martes, 5 de enero de 2016

EL MIEDO

  EL MIEDO
A poco que me ponga a buscar en ese cajón que llamamos recuerdos, sentimientos , emociones ... relacionados con el miedo, viene a mi memoria algo que me ocurrió cuando tenía 10 u 11 años.
Iba al colegio, que estaba bastante alejado de mi casa.

Tanto al ir como al volver de la escuela tenía que pasar por una vaquería. En ella trabajaba un muchacho  que cuando yo pasaba, se asomaba a la puerta y me decía cosas no aptas para una niña.
Yo intentaba no mirarle, y al pasar cerca aceleraba el paso hasta alejarme.
Era un suplicio. La verdad es que me daba miedo. Veía a un "adulto", sucio, malcarado, impertinente y grosero.

Una tarde, al volver del colegio, empezó a seguirme. Yo iba andando cada vez más deprisa y giraba la cara de vez en cuando, para comprobar si venía detrás. Lo hacia.

Al final me puse a correr  porque llegaba a un tramo  hasta llegar a mi casa, que era campo.

Recuerdo el corazón galopando en mi pecho, las mejillas ardiendo y mis pies que volaban sobre la tierra. Creo que jamás, ni antes ni después he corrido tanto. Al llegar a la esquina, vi que unos niños, vecinos de mi escalera, jugaban a la pelota y eso me tranquilizó algo, porque pensé que no me atacaría si había testigos.

En la puerta de la finca, mientras llamaba al timbre, miré de reojo y allí estaba parado.
Entré en el patio,  largo y en penumbra, y poco a poco me fui serenando.

Al doblar el primer recodo de la escalera, oí  unas zancadas cada vez más cerca. Me asusté y subí corriendo. Tropecé, y al incorporarme unas manos grandes me sujetaron.

Me di la vuelta, allí estaba él. Flexioné los brazos  protegiendo mis pechos. Él me agarró por las muñecas. Yo sentí mi cara arder. Los latidos del corazón en las sienes. Temblaba y empecé a llorar. Se iba acercando a mi boca. Olía a estiércol, estaba sucio.

De pronto me oí decir: "socorro". Ni siquiera fue un grito, tal vez una súplica, solo recuerdo que me empujó y salió corriendo escaleras abajo, pero alcancé a oirle:
- Si lo cuentas, mataré a tus padres. Sé dónde vives.

Y allí quedé yo hasta que me serené.

Jamás dije nada a mis padres, porque tenía miedo de que cumpliera su amenaza.

C.B.



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