A MI TÍO FERNANDO QUE NO CONOCÍ
(desaparecido en combate contra las tropas nacionales)
--Dejad que me muera aquí,
ya no ando más, compañeros.
roto de metralla el vientre
me faltan fuerzas y alientos.
Mirad qué rastro de sangre,
¡Ay, mi sangre por el suelo!
Mocedades florecidas
se desbocan en los pechos,
y una rabia negra y honda
de horizontes cenicientos
clama contra las heridas.
--Dejadme aquí cara al viento.
Lágrimas en los soldados.
Qué pena de rostros fieros
disimulando congojas
la mirada en el sendero.
Y se fué -solo- a la muerte
¡Qué soledad sin relevo!
le llamó pronto la tierra
perentoria de su tiempo,
resecos labio y latidos
¡Tan dispuestos para el beso!
Al borde de un olivar,
frente blanca, pelo negro,
quedó Fernando Garrido
con los ojos muy abiertos.
Fernando Garrido
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