lunes, 1 de febrero de 2016

LOS SIETE PECADOS CAPITALES

Era un pequeño pueblo, donde se conocían todos, no existían casi secretos "de nadie", hasta para Maria la muchacha mas dulce y caritativa, de todo el pueblo.
Estaba Julian el boticario, que...¡como no! se creía el mas sabio. Maria acudía para pedirle remedios, para los mas viejos que no se podían acercar a la botica, Él en su lenguaje más intelectual, le decía a María como se procedía a la administración de ungüentos y remedios, aunque María ya sabia bien como proceder, se callaba, pues Dº Julian se regodeaba en sus extensas explicaciones, ella por educación, le dejaba con su cháchara, hasta que se quedaba tranquilo.
Dº Julian anhelaba tener una calle con su nombre, ¡que menos!sin él el pueblo moriría en la ignorancia y enfermedad, no se daba cuenta que en María, tenía una sustituta que estaba a su altura, o más, pues ella no le contaba a nadie que estudiaba medicina por las noches a solas en su habitación.
Luego estaba la Sña Angela a la que María visitaba casi a diario, era una mujer que tenía de todo, pero nunca estaba satisfecha, incluso quería algo que era imposible de conseguir...la juventud de María, ya no se acordaba de cómo fue la suya en su afán de poseer, aunque cuando se ponía a contar toda sus posesiones sentía que aun le faltaba algo, nunca estaba contenta, así día tras día, recibía a María con su mal humor, aunque a ella no le afectaba pues dentro de sus rarezas apreciaba a la Sña Angela.
Otro de los vecinos que María visitaba era Pascual, un hombrecillo tranquilo y reposado, que al ver a María le ofrecía una sonrisa que parecía la de un ángel; pero el pobre hombre también tenía su tendón de aquiles "su hijo Juan", que se fue a la capital y nunca se supo de él, !eso era harina de otro costal¡ como alguien osara mencionarlo, el pequeño hombrecillo se convertía en todo una fiera iracunda, que a bote pronto parecía aumentar de tamaño, pero ahí estaba la mano de María que lo devolvía a su temple habitual; esa era la razón del amor que sentía hacía su salvadora.
Cómo no, en el pueblo había una pareja de cuarentones que no le quitaban  ojo a María, se deleitaban en el bamboleo de sus caderas, en sus turgentes pechos, y eso que María vestía con recato, era una morenaza hermosa y ella ni se daba cuenta del alboroto que causaba a su paso. os Martínez, esa pareja que habían venido de la capital, siempre comentaban entre ellos cómo y cuándo podrían hacerse con María, siempre estaban maquinando, que, como y cuando le harían todo lo que sus mentes calenturientas eran capaces de pensar; hay que decir que los Martínez huyeron de la capital, por su fama de lujuriosos y en no tener escrúpulos a las jóvenes que se ponían a tiro, para sus orgías y así acabaron en el pueblo de María. Lo que no os he contado...es que María tenía una competidora o eso hubiese querido ella, la envidia le corroía, pues quisiera la belleza de María, su dulzura, alegría y gentileza, pero por mas que lo intentase no conseguía nada más que todo lo contrario, y en sus cavilaciones le deseaba todos los males del mundo, tal era su envidia que ni se daba cuenta que siendo hija de la Sña Angela, lo tenia todo..... pero era solo material, y claro esta que quien se acercaba a ella era por codicia y no por amor.
Sobre todo Pedro, un moceton que solo tenia buena planta, ya que todo le daba igual, era de un perezoso desesperante, y sus padres hartos de no conseguir nada de el, solo pensaban en que se casara bien, y Angela era perfecta, ya que era rica y poco agraciada, y al ver a su hijo, que solo tenia buena planta, esperaban que ella se fijase en el; pero ni para casarse tenia ganas, con estar al sol tumbado sin pensar, el era feliz, les decía a sus padres que lo de tener mujer era mucho trabajo, y el no había nacido para esos menesteres, que solo quería descansar, pues el hecho de estar tumbado ya le agotaba.
A Maria por todas sus atenciones, le colmaban de regalos, dulces y viandas, y claro está...que no se podían desaprovechar, y a pesar de sus virtudes, jamas pensó en compartir con los mas pobres,se escondía en su habitación y engullía sin parar, vomitaba y seguía y así todos los días, ella sabia que estaba mal, pues era insano pues sus libros lo decía muy bien, pero era imposible de controlar.
Total que viendo un poco por encima el ambiente del pueblo, hasta el más santo, peca, como en todas las tierras que en mis andares, he recorrido,.... y mira que Maria me había engañado al principio; así que llegados a este deambular de la vida, no te fíes de lo que ves, ni menos de lo que te cuenten.
Todos tenemos pecados que ocultar.

     e.lion cabrejas

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