Descripción
de un lienzo: Una cocina medieval.
Kalil
arrastró con parsimonia los pies y atravesó el patio de regreso a
las cocinas.
Las
cocinas de palacio estaban formadas por una gran dependencia de quince pasos de largo ,veinte de ancho y diversas estancias más pequeñas o
anexos para el horno de pan, la frutería, la bodega, el
saladero y el almacén donde se guardaban las reservas de comida.
En
el centro de la cocina principal, destacaba el fuego o el hogar con
sus bancos de piedra junto a los contenedores, hundidos en el árbol
de la chimenea que se perdía en las alturas de los techos. Sobre
las estanterías labradas en la piedra y colgando de las paredes, se
encontraban infinidad de cacharros: grandes hoyas y cazuelas de
hierro, cobre, bronce y terracota; cazos y sartenes, pinchos de
madera y espetones para cocinar los animales sobre el fuego. Además de cuchillos de trinchar, cucharones, coladores, tenedores de carne y el
mortero para las especias.
Especias
como la pimienta, el jengibre, la canela y la nuez moscada que con su
sabor y exótico aroma conseguían disimular el tufillo de la carne
pasada.
Cuando
entró, los platos de plata ya estaban preparados en los bancos,
dispuestos a que les dieran salida. Aquel día había cordero en
salsa camelina y potaje de lebrada con almendras y vino blanco, entre
otros. Pero el plato que más había llamado su atención era el de
faisán asado, que había sido troceado, rearmado y vuelto a cubrir
con sus propias plumas. Una muestra de poder, una pieza hermosa que
había sido cazada por su señor hacía cuatro días y que había estado
pendiendo desde entonces de un gancho del techo, afín que su carne
se reblandeciera y adquiriera sabor.
Kalil
suspiró y observó con ojos desorbitados todos aquellos manjares y
delicias, con la esperanza de poder hincar el diente a alguna de
aquellas sobras cuando el banquete terminara.
Pevima.
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