—¡Adoro el tacto de la seda en la piel de mi
cara! Lo que más me fastidia de viajar es tener que quitarme el
velo—le comentó al chófer, una vez que se aseguró de que no
hablara árabe—Si las monjas usan velo, es signo de devoción y castidad; si las musulmanas usamos velo, se violan los derechos
humanos. Una vez se lo pregunté a mi amiga
Teresita, por qué ella en público siempre usaba velo y yo sólo
podía llevarlo dentro de mi casa sin que me criticasen a mí, a
Mahoma, al Islam y a todo el mundo árabe; ¿sabes lo que me
contestó? “No creo en Dios, pero prefiero pensar que si hubiese
uno, le importaría más lo que tenemos dentro de la cabeza que lo
que nos ponemos por fuera. Los hombres creen que tapándonos las ideas podrán contenerlas”. Dos semanas
después la exiliaron a la India, pensando que así se la quitaban de
encima.
Miró a través de la ventanilla los
edificios de la ciudad, evitando su propio reflejo en el vidrio polarizado. Aún
era hermosa y eso que era muy vieja y estaba muy agotada. Su fama de mujer astuta e inteligente la había condenado. Había
ganado un reino, sí; pero todos los días tenía que exprimir su
imaginación al máximo para defenderlo. Mentir sobre la escasez del
petróleo, asumir los atentados, confabular sobre células
terroristas, inventar guerras imprescindibles para asegurar la libertad de la
población, mover las fronteras cada seis meses… ¡Había sido tan fácil esa época dorada en que sólo
contaba historias para entretener al Sha! Al menos antes no se
emitían en medios de difusión masiva ni tenía que elaborar
complicados métodos para medir la credibilidad del púbico. Al menos antes sólo era su propia vida la que peligraba.
La verdad era que ya estaba harta. Pueblos
enteros exterminados solamente para que unos pocos pudiesen meter sus
bases militares y controlar el mercado mundial. Destrozar niños
para una foto de portada y encajarle la responsabilidad a los grupos
radicales. Fomentar hambrunas trazando líneas imaginarias en pleno
desierto, donde la gente necesita desplazarse en pos de las lluvias y
la supervivencia. Depender de la CNN, de facebook, de twitter, de fotógrafos freelance y de la ayuda humanitaria, a cambio de
un día más de vida. Con la daga en el cuello.
"Un día más", se repitió, suspirando
profundamente.
— ¿Sabes qué? ya no estoy para cuentos —le
dijo Sherezade en perfecto inglés al chófer, mientras se volvía a
poner el velo— Hoy voy a contar la verdad.
Y el chófer que le habían asignado para
llevarla desde el aeropuerto al edificio de la ONU, frenó el coche y
le puso un silenciador al arma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario