lunes, 23 de mayo de 2016





DIÁLOGO Y ESCENA IMAGINARIOS DEL LAZARILLO DE TORMES

(Es un juego de bifurcaciones, perspectivas, acoplamientos e interposiciones, imaginar sobre lo que otros antes han imaginado)


--Digo yo, señor mío, que si a vuesa merced cupiera en gana, bien haría en hacerme la bondad de un cacho de pan y unas virutas de queso, que mi última comida en serio fue el viernes de dolores y estamos ya en la pascua de resurrección. Es tan así, que tengo en la barriga dos gatos machos peleándose por una gata en celo, y en las piernas una flojera que me hace inútil para ayudar a su señoría en los menesteres de mi cargo

   Y, en diciendo esto, sin encomendarse a Dios y rogando al diablo, intentó abrir el zurrón que yacía junto al ciego, con todo el sigilo que la urgencia de su hambre le permitía.

   --¡Quietas las manos malandrín menesteroso, glotón cobarde, ladrón de un pobre, o plegue al cielo que mediré con mi bastón tus espaldas, tan a diestro y siniestro, que sangrará como un penitente del Santo Sepulcro. Más que días sin comer, llevas meses sin lavarte y hueles peor que los curtidores de pieles de la ribera del Tormes. De modo y manera que, por el tufo que desprendes, sé cuando te acercas tanto mejor que si pudiera verte. Ve, pues, al pilón de la plaza, bellaco maloliente, zopenco. Despójate de tus harapos y lávate a conciencia. Si cuando vuelvas no soy capaz de detectarte por el olor, podrás abrir el zurrón y servirte a capricho, que será tuyo cuanto en él de comer guardo.
   El Lazarillo lavose y frotose hasta enrojecer la piel, creyendo que con ello conseguiría acercarse al viejo sin que aquel lo notara. Pero, cuando de nuevo se aproximaba, el ciego, astuto, le señaló con el bastón riéndose a carcajadas:

   --Ahora hueles a húmedo, a perro mojado, a zorro de muladar... gañán estúpido, lacayo, fregón...
  Y con la risa, su boca desdentada se habría y se cerraba en estertores de vieja clueca desplumada, desgranado insultos que harían enrojecer avergonzados a los carreteros salmantinos.  


  Y, así,  el joven ganapán inexperto, infeliz, quedó de nuevo vencido, burlado, desamparado, enrabietado y hambriento.


                                              Fernando Garrido Redondo
                                                                      (de mi libro Cuentos ejemplarizantes .Que no ejemplares)




No hay comentarios:

Publicar un comentario