Cuando
Adán y Eva se escaparon del Edén, se levantaron muy temprano. Pero
claro,
Dios,
desde chiquito nomás, había sido un gran madrugador.
— ¡Evaaaa!—le
gritó desde la tranquera— ¡Eva, maldita zorra, parirás con
dolor!
— ¡Ni
ahí!—gritó ella— ¡Hay drogas para eso!
— ¡Adaaaan!—volvió
a intentar— ¡boludo, tendrás que ganarte el pan con el sudor de
tu frente!
— ¡Pero
al menos voy a comer strudel cuando me dé la gana!
— !
Cómo me revienta que me dejen hablando solo! Vamos pá dentro
Falucho—chistó Dios a la serpiente—Que a estos dos los voy a
cagar. Si no me hacen caso a mí, van a tener que subyugarse a otro
más poderoso.
Sacó
una imprenta de abajo del placard, le sacudió así nomás el polvo y
se puso a imprimir billetes.
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