-
DIA DE TODOS SANTOS-
-Josefina
por favor, date prisa. Mujer, que no nos va a dar tiempo de verlos a
todos.
Que
hombre –pensó ella-, siempre igual. Y en el fondo, lo único que
quiere es ver a sus amigotes que vienen al pueblo desde Valencia o
Albacete para Todos Santos. Mira que le gusta controlar si este lleva
aún el bastón, cómo ha quedado aquel después de la operación de
cataratas, si la mujer de aquel otro le sigue llevando flores
naturales o ya ha cambiado al plástico.
-Ya
voy Andrés. Ya voy- ¡Ni que fueran a ponernos falta, caray!-Se dijo
a sí misma- Cuanto paripé Dios mío. Claro que él siempre fue el
señorito del pueblo, tan arreglado a todas horas, tan estirado en
misa. Y va y se casa con la hija del mulero que le llevaba las
tierras a su padre. Y de hijos, nada de nada. Menuda vida.
-Pero,
¿Ya estas preparada o que?- Le preguntó rompiendo sus pensamientos.
-
Sí hombre sí. Menos mal que sólo es una vez al año- Y la verdad
es que el pequeño cementerio se llenaba de color y sonidos ese día.
Las cascadas de flores colgaban desde los nichos más altos y se
enredaban con las de los más bajos hasta formar cabelleras
larguísimas de frescos colores y si además el día era claro y
frío, el azul del cielo entraba en escena, como un telón de fondo,
vistiendo las lápidas blancas y negras con hermosos trajes
primaverales. Los sonidos eran inevitables, un susurro por aquí, un
buenos días por allá, algún niño llorando en el carrito. Pero
tampoco estaba mal –pensó ella- el resto del año no había más
que silencio roto por el zumbido de las moscas y los abejorros.
-Mira
mi primo Ernesto cómo está- dijo él- Ya no le queda nada. Lo poco
que tenía cuando los hijos se plantaron y no dejaron que fuera más
a las partidas del Molino, se lo han repartido y casi que lo dejan en
la miseria.
-Pero
hombre, Andrés-le replicó ella- Si se jugó la herencia en vida.
¿Qué no sabes que los hijos le pagan una pensión para la
residencia?. Madre mía. Con lo cuartos que tenían. Aunque, alguno
los habrá recogido, digo yo- continuó ella con tono reprobador.
-¿Estás
hablando de Arturo?. Preguntó él.
-Pues
claro Andrés.-Le contestó. Y no del que tenía los huevos duros,
sino de tu otro primo, que sabes muy bien de quien te hablo.
-Josefina,
no te vayas de la lengua, no te vayas de la lengua.- Dijo él. Mirá
por ahí viene el nominado.
-
Caray cómo va de arreglado y de estupendo- susurró ellá. Recordó
los muchos días que su marido y sus dos primos iban a hacerse el
aperitivo al bar del pueblo, pagando Andrés, claro. Hasta que le
fallaron los riñones y no hubo más remedio que ir todos los días a
Albacete para la diálisis. Pobre Andrés. Pensó que siempre iba a
ser joven, que estaría rodeado de la familia hasta el final. Y mira
por donde hubo estampida general. Menos mál que hemos tenido dinero
siempre. No mucho, pero algo, entre las herencias de cada uno y de lo
que él ganó en la Caja Rural. Así pudimos pasar la enfermedad.
Porque si es por la familia….y él dale que te pego, que vamos a
verlos, que vamos a verlos.
-Josefina,
por favor, hazte un poco hacía allá que no veo nada, que esto es
muy estrecho y mira, creo que por allí viene el primo Agustín…y
creo, creo, que nos ha traido flores!- Dijo él con alegría.
-
Señor, menos mal que sólo es un día al año.
No hay comentarios:
Publicar un comentario