El triangulo de las Cuevas (Andrés Ramón Gil)
Salgo sin
dirección, y no sé ha donde. Una vez en el
exterior de la puerta, elevo la vista, y así ver un nuevo amanecer
de primavera. Inicio el camino en dirección hacia la cueva del
Castillo situada entre viejos Olivos milenarios. Allí se encuentra
la fuente, con las dos pilas de mármol, que a la vez hacen de
abrevadero. Ay donde las mujeres lavan las mantas, una vez pasa el
invierno.
Son varios los años sin
visitar la fuente, donde nace él agua del sus suelo de mis viejos
Olivos. Sobre la fuente aquellos que yo labre siendo joven, aún
recuerdo el triangulo de las cuevas, la del Castillo, que al labran
nos obligaban, a verter la tierra con el ala de la vertedera hacia la
boca, así ir tapando. Siempre me hago esta pregunta ¿Que hay
dentro de la cueva?
Sigo el camino hacia la cueva
de la Mora. Al llegar sobre la misma veo un letrero, ¡Alfarería
Francisco!, el que
extrae con útiles la tierra grasa y húmeda, la que moldea con las
manos una vez que hace lo necesario para la comarca, lo sitúa en el
exterior sobre una loma, ¿en tablas donde los deja a secar?.
Al llegar a la puerta está
cerrada, con palos entrelazados, trato de entrar al interior, con una
lámpara sobre la frente, recorro las galerías de tierra grasa y
arcillosa, las que modela y hace los utensilios de barro. Al fondo,
veo una claridad sigo hacia ella, cada vez lo veo más claro, en la
margen izquierda, una amplia cueva, con una rampa de tierra, llena de
matorrales que entran del exterior, trato de salir atreves con una
rama pero no pudo, me paro a descansar y me viene a la mente será
tal vez.
Sigo arrastrando la tierra
hasta salir al exterior, una vez exterior, veo que estoy entre los
viejos olivos del Castillo, los que nos obligan a labrar con el ala
de la vertedera así se va rellenando la sima, me quedo intranquilo. Me interno,
en el interior inicio el camino, en dirección a la inversa, una vez
iniciado mi mente ve aquello que nunca pude imaginar. Esqueletos
humanos al caminar coloco los pies pisando donde no debo, y solo
pienso que vida, que mundo, es el que vivo y no lo puedo entender.
Andrés
Ramón Gil
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