lunes, 14 de diciembre de 2015

A PARTIR DE UN COMENTARIO-
Me contaba la abuela el otro día que te acompañó a la Comisaría de Policía para que te hicieran tu primer D.N.I.
Yo recuerdo muy bien ese día. Era más mayor que tú y necesitaba tenerlo para un viaje o algo así. También recuerdo que en la certificación literal de nacimiento que tuve que llevar me asignaban un año más, por lo que llegué a los dieciséis mucho antes que mis compañeros de instituto y hubiera podido entrar en las discotecas también antes que todos ellos. Pero claro, los esperé, dónde iba yo sola? Aún veo la firma que estampé en aquel papel semiazul parecido a un billete de quinientas pesetas. El nombre, los apellidos. Con todas las letras. Una simple elípse alrededor y dos pequeñas comitas encima de la raya. Tardé más de un mes en tenerlo y fui con el cochambroso cartón blanco sustitutivo, sin foto y sin edad, metido en mi cartera hasta que llegó la carta. Una de las primeras cartas importantes de la vida.
Mira que eres lista con tus siete, casi ocho, años. Pecas, cómo no, de egoismo y brabuconería, siendo a veces tus comentarios y palabras de lo más salvajes e hirientes que se puedan oir. Claro que responde a tu sinceridad límpia y feroz, sin tapujos, sin predeterminar nada. Eres valiente como todos los niños, como los animales ante lo desconocido cuando su curiosidad o su temor supera a su conocimiento o memória.
Caminabas con la abuela y la viste arqueada, blanca, fría su mano alrededor de la tuya. Cayó de rodillas en la tierra roja del descampado que atravesabais para llegar al autobús. Sus ojos se cerraron, no había palabras, ni respuestas a tus preguntas. Nadie, no pasaba nadie. No había más que el sonido cercano de los coches en la carretera. Tu mirada voló de lado a lado como un ave que espera encontrar el comienzo del fatal error de su presa. Y la viste, delante de las moles de ladrillo y balcones de banderas multicolores extendidas que había a la otra parte de la carretera, estaba la parada de autobús. Había gente y corriste hacía ella gritando y alargando tus brazos hasta el cielo.
Qué bien que estuvieras allí. Que bien que seas tan decidida, tan valiente.
La abuela está estupenda aquí sentada en la cama del hospital y se ha puesto a llorar cuando ha visto la foto que le has enviado por wassap de tu D.N.I. con tu firma, con todas las letras y un pequeño corazón dibujado al lado de tu nombre.
Por Elena Herrero



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