lunes, 14 de diciembre de 2015

LOS SENTIDOS ("El tacto")



Tacto

Hace días que se pasea como un zombie por la casa. Sin ella se siente perdido, sin ella su cuerpo no es más que una cáscara vacía.

Ha dejado de comer, ha dejado de dormir. Pero no solo eso, desde que ella ya no está ha dejado de ser persona, ha dejado de vivir. Ya nada tiene sentido, ahora todo es sufrimiento. Los recuerdos le atormentan. Ya no le quedan fuerzas ni para quitarse la vida, dejará que sea la inanición la que finalmente termine con él.

Por casualidad tropieza con su costurero y durante una fracción de segundo vuelve a la realidad. Con los ojos cerrados y unos dedos temblorosos investiga pacientemente su contenido: Está lleno de retales de todos los tamaños y texturas inimaginables. Desde la suavidad del terciopelo y la seda, pasando por la esponjosidad del algodón, hasta la aspereza del papel de lija y la rugosidad de la pana.

Por asociación, su mente se transporta muy lejos de allí y se pierde en un recuerdo de su memoria. Sentados a la orilla del mar, acaricia su mejilla tan suave como la seda, besa sus labios tan esponjosos como el algodón. Pero no hay nada áspero ni rugoso en ese recuerdo y es por ello que despierta de su sueño, para volver a caer en el profundo abismo de las tinieblas. Mientras sigue absorto recordando lo perdido, sus dedos como autómatas, siguen recorriendo el contenido del costurero, hasta tropezar con una cuartilla de papel.

La saca con cuidado, con delicadeza, y el corazón le da un vuelco al reconocer su letra. Nota una mano posada sobre su hombro, nota un aliento en el cogote. Un escalofrío recorre su medula espinal y se estremece.

Tan lista y previsora como siempre ha dejado un mensaje para él. Escrita en mayúsculas bien grandes, una única palabra. Cuando la lee, puede escuchar su voz susurrándole al oído: “VIVE”.
(Pevima).

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